Taparrabos, calzoncillos hasta las rodillas o corsés que producían abortos: así ha sido la lencería a lo largo de la historia.
La evolución de la ropa interior y, en concreto de la lencería, nos hace entender en gran medida la evolución de la historia de la humanidad, sobre todo de la sexualización de la mujer y su posterior revolución.
Origen de la lencería: un repaso histórico
Todos conocemos cómo es la lencería a día de hoy, sus texturas, delicadeza, sensualidad, etc, pero es difícil marcar una fecha de nacimiento de esta como tal.
Repasando la historia de ésta, el término de la palabra viene del francés, hace referencia al lino y ya se cultivaba en el antiguo Egipto cerca del siglo IV a.C aproximadamente. Para una de las primeras pruebas del uso de ropa interior, nos trasladamos a 1922, cuando abrieron la tumba de Tutankamon y lo encontraron con un pañal de lino, el cual podría considerarse el predecesor del hoy conocido calzoncillo masculino.
Por otra parte, en el Imperio Romano, los hombres utilizaban una especie de taparrabos para cubrir la zona genital, mientras que en el caso de las mujeres se sumaban unas bandas de lino o cuero para sujetar el pecho, aunque el tipo de material dependía de la clase social a la que pertenecían. Aunque arcaico, esta era una de las primeras representaciones de la lencería usada por la mujer.
Más tarde fue la seda la que se convirtió en el material primario para el diseño y confección de las prendas íntimas femeninas, mientras que en el caso de las masculinas eran fabricadas a partir de la lana.
A partir de la Revolución Francesa se asocian las prendas íntimas, como la lencería, con el poder y la sexualidad, puesto que en 1800 se popularizaron los corpiños, y más adelante, se empezó a utilizar el corsé. Se priorizaba la belleza y sexualidad provocada con estas prendas, puesto que su uso no era nada recomendado, ya que provocaba abortos e infertilidad, además de hacer daño a las costillas y a la capacidad pulmonar.
La ropa íntima en los últimos 100 años: el ascenso a prendas cómodas y pulidas
No es hasta el siglo XX cuando la ropa interior de hombres y mujeres pasó a ser mucho más cómoda. En 1914, Mary Phelps inventó el primer sujetador moderno. En el caso de los hombres, se estilaba un tipo de calzoncillos muy largos, hasta las rodillas. No fue hasta 1934 cuando conocimos el primer slip. Sin embargo, a la ropa íntima de ambos sexos se le añade otra evolución: comenzó a decorarse. Lo que provocó que se convirtiese en uno de los accesorios sexuales más importantes de este siglo.
La lencería femenina ha ido cambiando según el canon de belleza, ya que hasta los años 50 se acentuaban las curvas de la mujer, pero en los 60 se empiezan a utilizar figuras más rectas, apareciendo, de este modo, los babydolls, unos «camisones» lenceros holgados, los cuales no dejaban ver la figura de cada cuerpo.
A partir de los años 70 y con la llegada de la liberación femenina, se producen más cambios en esta ropa íntima con nuevos materiales, lo que la convertían en más cómodas, y no por ello menos sensuales.
A día de hoy, existe una gran variedad de ropa interior para todos los gustos y colores, puesto que puedes elegir entre una muy amplia selección que va de lo formal a lo informal, para todo tipo de vestimenta y actividades. No obstante, la lencería sigue siendo la clara vencedora cuando hablamos de erotismo y sensualidad.